Calima
Son las respuestas las que cuentan
El pescadero lo tiene muy claro. No, los precios no van a dejar de subir, dice. Pero ya verás como no suben los sueldos. A continuación, bromea sobre la arena que se ha acumulado en nuestra puerta recién pintada. Arena. Esto son las bombas esas que tiran por ahí, dice, sonriendo con sus ojos grises, pequeños. Ayer no dejó de llover en todo el día. Y, esta noche, hemos tenido una tormenta de arena.
Nos falta la invasión alienígena, digo. ¿Habías visto alguna vez algo así?
Francisco, el pescadero, pasa un dedo por el capó de un coche.
¿Esto? Nunca. He visto que llueva y que se quede todo naranja. Eso sí. Pero es que ha llovido arena.
Me levanté temprano y, mientras preparaba la clase, contemplé el amanecer. El cielo estaba teñido de naranja. Ni azul ni gris, color melocotón. Después de la clase, contesté los correos y no le di más importancia. A la luz. Hasta la llegada de Francisco.
Esto lo respiras, continúa. Ahora sí que no te quites la mascarilla.
Toda la calle está cubierta de arena. Parece que el Sahara quisiera llegar hasta aquí. Supongo que este color se debe a eso: a la arena suspendida en el aire. Polvo.
¿Qué me traes hoy?
Mira lo que hay, responde. Rape, pinta roja, pargo, dorada y bacaladillas.
Dice los precios de forma mecánica, rutinaria. Hoy no añade el “por ser para ti”.
No quiero complicarme. Dame medio de bacaladillas.
Hablamos un poco más, se despide. Desayuno. Subo al despacho y, ahora sí, observo la luz. Intimida. Es como estar dentro de un melocotón, pienso. James y el melocotón gigante, sonrió. Pero el melocotón se ha tragado a James. Al mundo entero.
Vuelvo a la escritura. Si se acaba el mundo, habré estado escribiendo hasta el último instante. Así es como me gustaría despedirme. Retándome a mí mismo en una competición sin jueces ni público. Narrando el momento. Sin concesiones. La vida en una frase.
Cualquiera puede hacer preguntas, dijo el Sr. Wonka. Son las respuestas las que cuentan.
También Roald Dahl, Charlie y la fábrica de chocolate. Las preguntas y alguna respuesta me han traído hasta aquí. Y no hablo del espacio físico. Autoconocimiento y soledad (esta frase está camuflada en Un ewok en el jardín, búscala). El único espacio posible, la actitud ante la vida. Si escribo es para encontrar esas respuestas, compartir mi mirada. Contando historias. Historias que, es cierto, puedan ayudar. No convencer, ni justificar. Ayudar. Compartir y ayudar. Con el tiempo, he descubierto que, si lo hago bien, además, el momento queda atrapado en estas líneas. No importa que sea un cuento, una novela o un artefacto. Cuando lo hago bien, no importa.
Y cuando lo he hecho bien, surgen nuevas preguntas: ¿para qué tanto trabajo?, ¿a quién le interesa?, ¿y si el mundo se acabase, de verdad, ahora mismo?
Pero enseguida se me pasa.
Porque escribir es mi forma de estar en el mundo.
Te habías unido, decías, con alguien que no podía vivir sin escribir, y sabías que todo el que quiere ser escritor necesita poder aislarse y tomar notas a cualquier hora del día o de la noche; que su trabajo con el lenguaje prosigue mucho después de que haya dejado la pluma, y puede tomar posesión de él por completo de improviso, justo a mitad de una comida o en medio de una conversación. <<Si tan sólo pudiera saber lo que pasa por tu cabeza>>, decías a veces ante mis largos silencios pensativos. Pero lo sabías por haberlo vivido tú misma: un flujo de palabras que buscan su ordenamiento más cristalino; fragmentos de frases permanentemente retocadas; albores de ideas que amenaza con desvanecerse si una fórmula o un símbolo no consigue fijarlas en la memoria. Amar a un escritor implica amar lo que escribe, decías. <<Por tanto, ¡escribe!>>
Rescato este fragmento de la página 42 de Carta a D. Historia de un amor de André Gorz. Te lo recomendé hace poco y todavía no lo has leído. Hazlo, por favor. Mientras tanto, yo seguiré escribiéndote estas cartas, capturando nuestros trocitos de vida y, a partir de ahora, compartiré contigo una serie de relatos. Sobre el amor. Quiero intentar algo diferente. Voy a volver a los orígenes y jugar, a mi manera, con el formato serial, fragmentario que tienen estas entregas. Estoy cansado de la realidad. Aburrido. Voy a buscar refugio en la ficción. Y te voy a llevar conmigo.
Por lo que respecta a la tarea del escritor, no creo que sea la de cambiar el mundo, sino la de ayudar al hombre a entenderse, empezando por el escritor en cuanto hombre. Creo que el escritor tiene obligaciones muy precisas y, a la vez, limitadas. Giovanni Tinebra, magistrado jefe de Caltanissetta, escribió un hermoso apunte en un artículo: <<Las novelas de Camilleri habría que leerlas tres veces. La primera como diversión, la segunda para examinarlas y centrarse en los detalles y la tercera para reflexionar sobre ellos>>. Eso es, pero yo añadiría —aunque sé que es un mandato arduo— leámoslas solo una vez, pero teniendo en cuenta estros tres niveles.
Me parece uno de los mejores consejos de lectura que he leído en mucho tiempo. Diversión, atención y reflexión. Ojalá mis relatos te gusten a esos tres niveles. Te envío el primero la semana que viene. Se titula “La edad del porvenir”, como la canción de Javier Álvarez, y trata del amor platónico de un joven poeta por una librera.
Me acaba de llegar un mensaje tuyo. Junto a una foto apocalíptica, un texto avisa de que lo peor está por venir. Ante la calima, se nos recomienda:
No salir de casa.
Cerrar puertas y ventanas.
No hacer deporte en exteriores.
Hoy llegan los marcianos, añades. Y no puedo evitar sonreír.
Al margen
Un libro: Conversaciones sobre la escritura de Andrea Camilleri y Manuel Vázquez Montalbán. He disfrutado con este diálogo entre dos grandes de la literatura contemporánea. Más información y compra aquí. O, si vives en Madrid, pásate por la librería de la editorial.
Otro libro: Carta a D. Historia de un amor de André Gorz. Si no me hiciste caso entonces, hazlo ahora. Una conmovedora historia de amor de la que, como ves, todavía no me he podido olvidar.
Muchos, muchos libros: Roald Dahl. No te conformes con las adaptaciones audiovisuales. Visita las historias originales. Un autor inteligente, mordaz, algunos dicen que un genio en esto de contar historias. Para niños y para adultos. Consulta todos sus libros aquí.